sábado, 19 de julio de 2008

Roma locuta, causa finita

Para una futura historiadora de arte 5 días en la ciudad eterna son muy pocos pero para la economia de un estudiante; aún son bastantes. Ya de regreso debo ponerme a analizar friamente todo lo que he visto y sentido estos dias. Nunca tanto silencio entre tres personas dijo tanto, solo con mirar a nuestras caras era suficiente para atisbar lo que estabamos sintiendo. Desde los mosaicos de Santa María la Mayor al Éxtasis de Santa Teresa, pasando por Augusto Prima Porta o el sarcófago de Junio Basso todo ha sido mejor de lo esperado.
En cinco dias no se puede apreciar completamente la cuna del imperio romano pero se ha intentado; aprovechando al máximo el tiempo y disfrutando lo máximo posible de todos los lugares de la capital italiana. Nunca olvidaré este viaje porque espero que haya sido el primero de algunos a Roma pero si me tengo que quedar con alguna sensación o un instante escojo lo que senti cuando me senté a media noche en la Fontana di Trevi a tomar un helado bajo unos agradabilísimos 24º de temperatura, observando la fuente y conveciendome a mi misma de que era cierto, que estaba allí y no era un sueño; y lo mejor es que creo que mis dos compañeras de viaje sentian lo mismo que yo; en ese preciso instante me pregunte:  ¿ Qué mejor compañia ?

miércoles, 2 de julio de 2008

El origen

Siempre me pregunté cuando comenzó mi gusto por el fascinante mundo de las letras. Tal vez todo comenzó cuando, con 9 años leí por primera vez nueve versos de un poema de Rafael Alberti, que junto a Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca eran los autores de "Mi primer libro de poemas" (Anaya, 1997). No sé si fue por la ilustración o por su brevedad pero ¡Traje mío, traje mío! siempre ha sido mi poema predilecto, ese al que siempre acudes para encontrar, aunque sea por unos segundos, el placer de la lectura.
Aún hoy al ver la ilustración recuerdo a mi abuelo; un marinero en tierra, y todas aquellas historias que me contaba, de sus andanzas por medio mundo, que hacía que me imaginase todo lo que había allí afuera, todo lo que me quedaba por ver y vivir.
Y ahora que empiezo a descubrir todo ese mundo que él me contaba vuelvo a leer ese poema, que me recuerda a él, que me abrió la puerta un día para descubrir quién era yo y hacia dónde iría.
Y ese fue, tal vez, el origen de todo lo que fui y de lo que seré y considero esta la mejor forma de comenzar mi andanza por este nuevo proyecto.